En una Iglesia adormecida y agotada por el juridicismo, brotan de manera imprevista movimientos de renovación del espíritu; este fenómeno provaca en unos la extrañeza, mientra que sirve para alegra a quienes ven en él una nueva oportunidad para la Iglesia.
En la línea del Vaticano II, el autor, que se inspira en maestros como Paul Beauchamp e Yves Congar, nos ofrece una síntesis personal, atrayente y nítida, de la presencia activa del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento y, sobre todo, en el Nuevo.
Nos muestra cómo ese espíritu actúa en la Iglesia de los primeros tiempos, lo mismo que actúa en la Iglesia de hoy; al mostrárnoslo, nos ayuda a discernir los signos auténticos de su acción profunda; y a lo largo de este itinerario nos enseña a reconocer y amar al Espíritu Santo.